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14 y 15 de septiembre de 1977
La fusión de los pueblos americanos y de los pueblos ibéricos ha ofrecido al mundo moderno occidental un modelo único de mestizaje cultural, racial y vital, que ofrece vías de entendimiento y convivencia probadamente fecundas
El Rey, en El Salvador
Es la más pequeña de las repúblicas centroamericanas: 21.156 kilómetros cuadrados, donde habitan 4.110.000 habitantes. La densidad de población es una de las mayores de América.
Dos cadenas de montañas atraviesan el país de Este a Oeste, destacando en ellas el volcán Izalco, llamado «El Faro del Pacífico». La mayor parte del territorio goza de clima templado; propicio a la caña de azúcar, el algodón, el ganado y sobre todo el café, base de la economía nacional salvadoreña.
La cultura de los primitivos pobladores alcanzó altos niveles de progreso. Conquistada por Alvarado en 1524, e incorporada más tarde a la Real Audiencia y a la Capitanía General de Guatemala, tras varios intentos fallidos de emancipación, se unió al imperio Itúrbide de Méjico y a la Federación de Centroamérica, de la que se separó en 1841. El Presidente de la República es elegido por votación popular por un período improrrogable de cinco años.
La enseñanza primaria es gratuita y obligatoria. Su moneda, el colón, con un valor de cambio de 2,50 por dólar.
Embajada de España
14 de septiembre de 1977
Señor Presidente:
La breve, pero intensa jornada que la Reina y yo vamos a vivir en El Salvador, colmada por vuestras atenciones, nos demuestra no sólo la hospitalidad de que es capaz todo pueblo de nuestra tradición común, sino también el afecto que la nación salvadoreña profesa a España y que, puedo asegurar, es recíproco.
Vivimos alejados por la distancia física —hoy prometedoramente acercada por los adelantos técnicos—, pero a la vez estrechamente unidos por un entendimiento jamás interrumpido. Pese a ser la primera visita de un Rey de España, pienso que no hay nada más normal y lógico que nuestra presencia aquí, como lo sería la de un Presidente de esta República hermana en el solar español.
Los lazos que establecen una sangre común, varios siglos de historia compartida, el diálogo en el mismo idioma y una misma tradición cultural, son marcas imborrables de fraternidad. Nuestra diversidad, como la que existe entre las diferentes regiones dentro de nuestros propios países, nos hace más ricos en matices y esta pluralidad acrecienta las posibilidades cara al futuro, pues formamos «un solo haz de energía ecuménica».
Señor Presidente:
En vísperas de la Fiesta Patria de El Salvador, en aniversario tan trascendental, reciba nuestra más cordial felicitación. Con la conocida laboriosidad del pueblo salvadoreño, aventuro un porvenir de prosperidad y progreso para el país, que brindará a sus ciudadanos la felicidad que los españoles les deseamos.
Permitidme que levante mi copa por esa realidad futura, que espero muy próxima, por su ventura personal, señor presidente, y la de su distinguida esposa.
Al hacerlo, le reitero nuestra gratitud por el cordial recibimiento que nos ha dispensado y le invito a visitar oficialmente España, a fin de que podamos continuar el fructífero diálogo que hemos mantenido.
Salón de Honor de la Cancillería
14 de septiembre de 1977
Majestades Don Juan Carlos I y Doña Sofía; honorable comitiva real; excelentísimo señor Embajador de España; honorable Cuerpo Diplomático acreditado en nuestro país; señores miembros del Gabinete de Gobierno; compatriotas:
La presencia en nuestro país de Vuestras Majestades los Reyes de España, Don Juan Carlos I y Doña Sofía, acompañados de una distinguida comitiva, constituye para todos los salvadoreños un motivo de profundo regocijo al cual el Gobierno de la República, y muy personalmente mi esposa y yo, nos unimos con sincera emoción porque vuestra real visita, significativa de un entrañable espíritu solidario, nos hace tener de pronto una vivencia más fuerte y más profunda de esa raíz hispánica que es parte fundamental de nuestra historia y de nuestra vida.
Hace aproximadamente cinco siglos, la sangre, el idioma y la civilización de España se volcaron en esta región inexplorada del planeta. La fe de los Reyes Católicos y la audacia de intrépidos navegantes cambiaron el curso de la historia al descubrir el Nuevo Mundo.
En la época presente, vosotros sois legítimos herederos de las glorias de vuestros antepasados, que en impresionantes formas se proyectan hoy en esa España nueva que, gracias a vuestro joven y visionario espíritu, ha tomado nuevos rumbos en una extraordinaria transformación democrática, que ha merecido el reconocimiento de todas las naciones de la tierra.
El acierto con que estáis dirigiendo los destinos del pueblo español no sólo representa una firme esperanza para treinta y seis millones de vuestros compatriotas que viven en la Península Ibérica, sino también para los millones de americanos que seguimos con atención el proceso evolutivo de España, cuya suerte no puede sernos indiferente, pues todo lo de ella nos interesa por las múltiples afinidades que nos unen.
España, como América, como El Salvador y el resto del mundo, sufre las presiones de pugnas ideológicas y de convulsiones sociales, que promueven una violencia estéril, sin sentido, que torna más difícil la conducción de las democracias representativas. Es en tales circunstancias cuando se confirma la necesidad de que el desarrollo económico y social de nuestros pueblos se sustente en acciones visionarias que contribuyan a la existencia fructífera y digna del ser humano mediante la educación, la cultura y el trabajo, a fin de construir una sociedad que sea fuerte en la libertad, equilibrada en el derecho y equitativa en la justicia.
El proceso histórico que vivimos requiere encontrar las fórmulas de comprensión que permitan abolir las actitudes de predominio, propugnando por un trato justo entre las naciones, sean fuertes o débiles.
España —lo sabemos y nos agrada sobremanera reconocerlo—, con la sabia dirección de sus Monarcas, está imprimiendo un extraordinario dinamismo a su desarrollo económico y político mediante una amplia apertura democrática.
Vivimos en un mundo que marcha bajo el signo de la interdependencia, y ese principio es aún más valedero si se le aprecia a través de las modernas concepciones de la cooperación internacional. Ello impulsa a los pueblos a buscar cada vez con mayor ahínco los senderos de la ayuda mutua sobre la base de la comprensión y del respeto al principio de la igualdad jurídica de los Estados.
Y si eso es así entre naciones de orígenes distintos, de lenguajes diferentes y disímiles historias, lo debe ser con mayor razón entre los países que, como los iberoamericanos, estamos estrechamente vinculados por lazos indisolubles de sangre, idioma y tradiciones.
Creemos que en los tiempos presentes, cuando los países, a pesar de sus diferencias, tienden a aglutinarse para enfrentar mejor las necesidades y los retos de la vida contemporánea, es en verdad confortable e inspirador el hecho de formar parte de una comunidad de naciones que se han venido forjando a través de los siglos sobre bases tan sólidas y tan saturadas de esencial humanismo.
Vivimos la era de la interacción, del intercambio, de la técnica que se expande, y en nuestras naciones, tan hermanadas entre sí, ese impulso debe manifestarse con más intensidad. Deseamos que nuestras relaciones económicas, tecnológicas y culturales crezcan sobre el fundamento del común ideario democrático y del respeto y promoción del hombre, que debe ser principio y fin del esfuerzo de todos, en la búsqueda de soluciones que nos deparen paz y progreso permanentes.
Majestades:
Para los salvadoreños es altamente honroso departir con vuestras ilustres personas en la víspera de nuestra Fiesta Nacional, ya que la patria es la libertad que heredamos del ayer, es la libertad que defendemos en el presente y es la libertad que deseamos legar a las futuras generaciones.
La magna fecha de nuestra independencia la vemos hoy en sus perfiles grandiosos, proyectados en acta memorable, donde se plasmaron las ideas filosóficas, políticas y jurídicas de los ilustres padres de la patria centroamericana que han orientado el camino de nuestra historia.
Con el pensamiento puesto en ese pasado glorioso y ante la augusta presencia de Sus Majestades, que simbolizan la unidad de la gran familia ibera, hago pública manifestación de fe en el destino superior de los pueblos hispanoamericanos. Con ellos, unidos en un solo haz de voluntades, debemos estructurar una comunidad fuerte y fecunda, capaz de enfrentar el futuro con el recio respaldo de una cooperación fraterna, indisoluble y franca de pueblos y gobiernos.
Puedo aseguraros, Majestades, que vuestra visita a El Salvador es el más elocuente testimonio de la amistad del pueblo español hacia el nuestro. Deseamos que vuestra permanencia en suelo salvadoreño rubrique el ideario de libertad y democracia que nos unen y que, bajo la inspiración de Dios, nos hagamos el firme propósito de perseverar en la prédica permanente de la paz y el respeto entre los países y los hombres.
No podría concluir estas palabras sin hacer mención especial del alto significado que tiene para nosotros la presencia de la Reina Sofía, quien con su soberana estirpe de Atenea inspira la sabia dirección de los destinos de España y simboliza, al mismo tiempo, el destacado papel que la mujer desempeña en la vida moderna, dentro del proceso de desarrollo de los pueblos.
Y digo que es altamente significativa porque en El Salvador estamos dando a la mujer cuzcatleca la justa participación que le corresponde en los diversos campos en que descansa nuestro desarrollo económico y social.
La presencia de Su Majestad Doña Sofía y el conocimiento que aquí tenemos de su empeñosa labor en beneficio de su pueblo, constituye en verdad un estímulo vivificante para la mujer salvadoreña.
Majestades:
Las horas inolvidables que nos estáis ofrendando al visitar la tierra salvadoreña constituyen una efemérides de gran significación, porque reafirma y estimula los nexos de toda índole que nos acercan y nos acercarán más cada día.
El pueblo y Gobierno salvadoreños, que construyen unidos una paz basada en la libertad y en el derecho, os saludan con respetuoso y entrañable afecto, viendo en vosotros la representación de un nuevo signo para nuestra vigorosa e indisoluble comunidad de naciones.
Muchas gracias.
Salón de Embajadores del Ministerio de Relaciones Exteriores
14 de septiembre de 1977
Señor Presidente:
La ofrenda floral que hemos depositado en el Monumento al Primer Grito de Independencia de Centro América nos ha recordado ese Cabildo Abierto del 5 de noviembre de 1811, del que arranca el proceso político que conduce a la realidad centroamericana de hoy.
El presbítero patriota que en aquella ocasión dio su grito, José Matías Delgado, lo hizo ante un Cabildo que juró el amor debido al Monarca, mi antepasado, entonces en exilio forzado. La legalidad, por tal razón, recayó en los Ayuntamientos.
Esta noche habéis tenido la deferencia de concederme las insignias de la Orden que lleva el nombre de José Matías Delgado, siendo el primer Jefe de Estado extranjero que recibe la Gran Cruz con Placa de Brillantes. Como veis, la Historia y la actualidad se unen, en cordial intimidad, con los hechos y los símbolos más caros al corazón de esta entrañable República hermana de El Salvador. La Reina se suma a mi emoción para agradeceros estas pruebas de afecto.
Pero si, como Rey de España, me siento por la Historia y por la descendencia directamente ligado al momento germinal de El Salvador como Estado independiente, la vinculación que me une a esta hermosa geografía y a vosotros, los ciudadanos salvadoreños, arranca desde ese ya lejano momento del primer tercio del siglo XVI, en que se inicia por estas tierras la fantástica aventura que ha dado origen a tantos pueblos de este Continente.
La fusión de los pueblos americanos y de los pueblos ibéricos ha ofrecido al mundo moderno occidental un modelo único de mestizaje cultural, racial y vital que, superadas las tensiones iniciales, ofrece vías de entendimiento y convivencia probadamente fecundas.
Vuestra población, vuestras letras, vuestro folklore y vuestras costumbres hunden sus raíces en esa simbiosis que hoy reconocemos como gloria y característica de Iberoamérica.
Sentimos con gran convicción que hay un futuro importante para los pueblos iberoamericanos, que se acercan a su más decisivo momento histórico de vigencia internacional, a medida que el mundo, cada vez más interconectado, requiera de intérpretes y actores que tengan la sensibilidad y la idiosincrasia nacional ancladas en el mestizaje. España aguarda con impaciencia, pero con total certeza, ese momento crucial, porque entiende que, a la luz de todos, supondrá de alguna manera la coronación de su obra en América, tan desenfocada en el pasado.
Señor Presidente:
Nadie nos podrá quitar la convicción de que Iberoamérica es el continente del futuro. Con esa idea inicié el año pasado mis visitas a los países hermanos. Cada nueva ocasión de contacto con la realidad americana me confirma en ese convencimiento. A El Salvador he venido con la misma curiosidad que mostrara el Emperador Carlos cuando pidiera en 1533 a su adelantado Pedro de Alvarado toda clase de detalles sobre la geografía, los habitantes, las religiones y las costumbres de esta tierra tan singular y tan bella.
Gracias a vuestra amabilidad y a vuestra acogida he podido empezar a saciar esa curiosidad mía. La Reina y yo os agradecemos tan feliz oportunidad y aprovechamos esta solemne —aunque entrañable— ocasión para desearos la prosperidad que el pueblo salvadoreño se merece.
Muchas gracias.
Centro Español de San Salvador
15 de septiembre de 1977
Señor Presidente del Centro Español:
La visita que hoy realizamos la Reina y yo a este Centro Español de San Salvador constituirá para nosotros uno de los momentos más gratos vividos en este entrañable y hermoso país hermano.
Os felicito calurosamente por el local que tenéis, edificado con vuestro esfuerzo y del que sois afortunados propietarios. Su carácter, tan español, es prueba palpable de que la atracción de España no se ha adormecido en la distancia.
Sé que es un Centro en el que españoles y salvadoreños convivís, ejemplarizando una armonía, paralela a la que siempre ha presidido las relaciones entre nuestros países. La confraternización diaria, en el ocio de que disfrutáis entre estas paredes, es lógico reflejo de la colaboración que entre vosotros existe a la hora del esfuerzo, el trabajo y la proyección de la empresa.
El brillante porvenir que los españoles os habéis sabido labrar en El Salvador, en la industria y en el comercio, es exponente claro de la laboriosidad y la capacidad de creación de nuestro pueblo. Me alegra pensar que redunda también en beneficio directo de la colectividad nacional, que tan generosa acogida os dio. Permitidme que os felicite y que os aliente a proseguir en vuestra obra.
Estáis también aquí los miembros de la Cámara Oficial Española de Comercio e Industria de El Salvador, del Instituto Salvadoreño de Cultura Hispánica y de la Asociación Alcalá. Recibid nuestro afectuoso saludo. Constituís la manifestación institucional de unos intercambios comerciales y culturales que deseamos crecientes y prósperos para la progresiva y profunda compenetración de nuestras dos naciones, ya de suyo tan estrechamente vinculadas.
Españoles residentes en El Salvador; salvadoreños, empeñados difusores de nuestra común cultura; antiguos estudiantes en las Universidades españolas; asociados todos del Centro Español, desde el fondo de nuestro corazón, la Reina y yo os deseamos la mayor de las felicitaciones.
En correspondencia a la invitación que especialmente cursara el excelentísimo señor Presidente de la República, General Carlos Humberto Romero, Su Majestad el Rey de España Don Juan Carlos I, acompañado de Su Majestad la Reina Doña Sofía, realizó una visita oficial a la República de El Salvador los días 14 y 15 de septiembre de 1977. Durante su estancia, Sus Majestades los Reyes de España desarrollaron un intenso programa de actividades, que se inició con la colocación de una ofrenda floral ante el monumento conmemorativo del Primer Grito de Independencia de Centroamérica e incluyó una visita al Centro Español.
En un ambiente de franca y sincera cordialidad, el Rey de España y el Presidente de la República de El Salvador sostuvieron amplias conversaciones referentes a todos los asuntos de interés común, en las que constataron con gran satisfacción que las excelentes relaciones existentes entre los dos países se desarrollan, además, en el marco de un profundo respeto a los principios rectores del Derecho Internacional y, muy especialmente, a aquellos que afectan a la integridad territorial de los Estados, la igualdad soberana de los mismos, la no injerencia en los asuntos internos, el rechazo al uso de la fuerza y la solución pacífica de los conflictos.
El Rey de España y el Presidente de la República de El Salvador, así como sus respectivos Ministros de Asuntos Exteriores y de Relaciones Exteriores, convinieron en fomentar e impulsar la existencia de una comunidad de pueblos iberoamericanos, enraizados en la Historia, cuya virtualización y potenciación constituye una aspiración profunda y esperanzadora del pueblo español y del pueblo salvadoreño.
Su Majestad el Rey de España expresó que la Corona, al asumir el legado histórico que da origen a esa Comunidad de Pueblos Iberoamericanos y la proyección de la constante de la política exterior española que en él se fundamenta, lo hace bajo el signo de modernidad que el espíritu y las necesidades del día exigen, declarando su fe en la importancia de la cooperación en todos los órdenes, en una más equitativa correlación de los términos de intercambio del comercio internacional, en una eficaz transferencia de tecnología y en el fomento de las inversiones.
También estuvieron de acuerdo ambos Jefes de Estado en que las relaciones internacionales se desarrollarán tanto más eficazmente cuanto mayor libertad tenga cada pueblo de elegir el sistema político y económico-social más acorde con su propia idiosincrasia. En este orden de ideas, convinieron en repudiar cualquier tipo de colonialismo o de dominación, afirmando que su eliminación contribuirá de forma particular al pleno establecimiento de la paz y el bienestar en todas las naciones.
Dentro de este espíritu, se puso asimismo de manifiesto la conveniencia de proseguir el diálogo en el seno de la Conferencia de Cooperación Económica Internacional a fin de mejorar los términos de intercambio y las relaciones económicas entre los pueblos sin discriminación ni privilegios en un marco de auténtica justicia social.
El Presidente de la República de El Salvador, al pasar revista a las relaciones internacionales, subrayó que se deben estimular la comprensión y cooperación entre las naciones, respetando el principio de la igualdad jurídica de los Estados.
Por su parte, el Rey Don Juan Carlos se refirió a los «principios rectores» y a los «ejes conceptuales» que orientan la política iberoamericana del Gobierno español, y puso de manifiesto la mejor disposición de España para intensificar los vínculos de orden económico, técnico o científico con todos y cada uno de los países Iberoamericanos.
En el ámbito bilateral, los dos Jefes de Estado y sus respectivos Ministros de Asuntos Exteriores y de Relaciones Exteriores examinaron los temas de interés común y muy especialmente:
El incremento y la diversificación del intercambio comercial y los medios que propendan a un mayor equilibrio de la balanza comercial mutua.
La revisión y actualización de los proyectos de formación profesional acordados:
a) En el Convenio de Asistencia Técnica Complementario del Convenio de Cooperación Social para el establecimiento y desarrollo de un sistema de formación profesional; y
b) En el Acuerdo de Asistencia Técnica Complementario para formación de profesorado técnico (instructores) en los campos que oportunamente señale el Gobierno salvadoreño. A ese fin, una Misión del Ministerio de Trabajo de España visitará San Salvador antes de fin de año, que también analizará la aportación española de los equipos más adecuados para la actual Escuela Nacional de Aprendizaje.
La conveniencia de intensificar la cooperación hispanosalvadoreña para desarrollar las bases que permitan fijar los términos de las transferencias de tecnología, de la formación profesional y fomentar la elaboración de estudios de factibilidad, para abordar el desarrollo y la ejecución de proyectos específicos contemplando su correspondiente financiamiento, así como la ejecución conjunta de programas y proyectos concretos, entre los que se examinaron los siguientes:
1. El interés de empresas españolas de cooperar en el desarrollo de un proyecto de astillero de reparación de buques, cuya oferta para estudio de factibilidad ha sido ya presentada.
2. La posibilidad de aprovechar la experiencia española en materia de pesca para el establecimiento de nuevas empresas que puedan venir a desarrollar los recursos marinos aún no explotados.
3. En el plano de cooperación y ampliación de la red y equipos de televisión educativa, ambas partes han reconocido el interés de que empresas españolas participen en el desarrollo de este importante programa.
4. El interés en que la cooperación entre ambos países se extienda a la participación de empresas españolas en la prevista ampliación de la infraestructura portuaria de El Salvador.
5. La colaboración de empresas españolas en el estudio de la modernización del sistema ferroviario salvadoreño y su eventual puesta en ejecución.
6. El desarrollo de la cooperación en el aprovechamiento de recursos minerales no metálicos, con especial énfasis en su utilización para la obtención de cementos, puzolanas y otros materiales de construcción.
7. La conveniencia de intensificar la cooperación entre los dos países en materia de transporte aéreo.
Con objeto de impulsar y seguir de cerca el desarrollo de los temas antes mencionados y de los que puedan surgir en el futuro, ambas partes se pondrán de acuerdo, por vía diplomática, sobre la fecha y lugar en que se celebrarán reuniones entre las Delegaciones de ambos Gobiernos.
Finalmente, Su Majestad el Rey expresó su profundo agradecimiento por las numerosas atenciones recibidas y la cordial hospitalidad dispensada por las autoridades salvadoreñas, y extendió una invitación oficial para visitar España al Presidente de la República de El Salvador, quien aceptó complacido.
En San Salvador, a los quince días del mes de septiembre de mil novecientos setenta y siete.
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