Vicepresidencia y Ministerio de la presidencia
Colección Informe Nº 30
SUMARIO

Discurso de Investidura

Comparezco ante Sus Señorías para solicitar la confianza de la Cámara como candidato a la Presidencia del Gobierno propuesto por Su Majestad el Rey de acuerdo con el artículo noventa y nueve de la Constitución:

El proceso de que es parte central esta Sesión de Investidura se abrió con la dimisión del Presidente Suárez. He estado a sus órdenes, como Ministro, durante cuatro años, y he tenido el privilegio de seguir de cerca la transición política, de la que ha sido principal artífice. Quiero dejar en el umbral mismo de este discurso mi homenaje a la extraordinaria obra de Adolfo Suárez y mi afecto y mi admiración por su persona.

Con su retirada termina la transición. Con su retirada termina una etapa singularísima de la Historia española. Precisamente porque yo no he sido el protagonista de esa transición que ahora termina, creo que puedo inaugurar una etapa nueva, en la que actúen desde el primer momento los mecanismos constitucionales limpios de toda emoción fundacional.

Un cambio en la Presidencia del Gobierno es un hecho normal en los regímenes parlamentarios. Este cambio llega exactamente cuando atravesamos el ecuador temporal de la Legislatura. No hay, tras el hecho de la sustitución, una nueva aritmética parlamentaria, que responde, hoy, como ayer, al veredicto de las urnas en mil novecientos setenta y nueve; la sustitución se produce, por lo tanto, en la continuidad política, y en la continuidad política he de gobernar yo si obtengo la investidura. Pero he de decir inmediatamente, señoras y señores Diputados, que sé cómo esta Cámara —y en ella, en primer lugar, los representantes del Partido del Gobierno— pide un rumbo nuevo para la nave del Estado. Yo soy sensible a este hecho político y anuncio desde ahora que, si obtengo la confianza del Congreso de los Diputados, dirigiré mi Gobierno en la continuidad, pero desde luego sin la inercia de la continuación.

Nuestra gran herencia es contar hoy con un régimen democrático que las distintas fuerzas políticas han ido creando hasta aquí con sentido de su responsabilidad histórica, para ordenar nuestra convivencia presente y futura. Porque es mucho lo que hemos hecho durante la transición, y lo hemos hecho ejemplarmente, como han reconocido y admirado nuestros vecinos extranjeros, más objetivos que nosotros en el diagnóstico. España en estos cinco años ha redescubierto la libertad, y la libertad nos ha revelado una España viva, renovadora, cambiante, a la vez adolescente y reflexiva, muy lejos ya del dramatismo que ha señalado sus crisis en los últimos ciento cincuenta años. Es lícito que hagamos este balance con satisfacción y esperanza y que deduzcamos de él una conclusión clara: la transición ha terminado, la democracia está hecha, aunque todavía quede mucho Estado por hacer; no hay fragilidad en el sistema: hay el gobierno día a día de una sociedad compleja en una circunstancia adversa y cambiante. Y hay unos mecanismos constitucionales que han mostrado, que muestran hoy mismo, su eficacia.

Por eso hablo de continuidad, y por eso el Gobierno que pretendo formar será también un Gobierno de UCD. En mil novecientos ochenta y tres, sin anticipaciones que no favorecerían el arraigo de la democracia en España, la voz soberana del pueblo convocado a elecciones generales podrá sugerir otras fórmulas: hoy propongo a Sus Señorías la formación de un Gobierno integrado por hombres de mi partido.

Pero este Gobierno, y en primer lugar su Presidente, no pueden olvidar que el desencanto, el pesimismo, la inseguridad y la desesperanza son rasgos dominantes en el ánimo de los españoles. Piensan muchos que sobre España parecen haber caído al mismo tiempo todos los problemas. Piensan muchos que es necesario un cambio en la manera de gobernar. Y a ese cambio estará dispuesto el Gobierno que yo forme si obtengo la investidura.

Porque el riesgo mayor de nuestra situación sería que atribuyéramos los males que nos afligen a una estructura política determinada. Sería que nos desencantáramos de la democracia o de la libertad. A evitar ese riesgo debe estar atenta siempre esta Cámara, y especialmente hoy, cuando comienza un debate de investidura.

Yo quisiera ser capaz de llevar al ánimo de quienes sigan este debate fuera del hemiciclo la certidumbre de que aquí nos estamos ocupando de sus problemas reales, de la angustia de aquellos que no encuentran empleo, de la inseguridad de los que temen perderlo, de la desazón de las familias que han visto implacablemente reducidos sus pequeños ahorros por la inflación, de quienes luchan en la adversidad para mantener vivas sus empresas, de quienes temen por su seguridad personal o la de los suyos, de quienes no se atreven a mirar el futuro. Quisiera llevar al ánimo de todos ellos que éstas son también mis preocupaciones, que ésta es la razón por la que estoy aquí, mucho antes que por una ambición de poder o por un afán partidista. Y que a dar solución posible a estos problemas reales dedicará el Gobierno que yo forme la mitad restante de la Legislatura.


Exposición del programa político del Gobierno

El artículo noventa y nueve de nuestra Constitución pide al candidato la exposición del programa político del Gobierno que pretende formar.

No creo que este programa deba consistir en la mera recopilación del conjunto de medidas concretas que aplicarán después los distintos Ministerios. Pienso, por el contrario, que un programa político debe tener, sobre todo, la ambición de definir, con perfiles nítidos, las preferencias a que se dirige una acción de Gobierno. Se ha dicho muchas veces que gobernar es elegir. No esperen de mí Sus Señorías un inventario exhaustivo de medidas en todos los campos a que alcanza diariamente la tarea de gobernar. Trataré más bien de elegir un conjunto de problemas preferentes, hacia los que desearía llevar este debate de investidura, porque a todos nos importa acertar en ellos y porque creo que para acertar debo estar abierto a los juicios y opiniones de los señores Diputados, por diferentes que sean de los míos.

A lo largo del debate podré precisar o desarrollar, si Sus Señorías lo estiman oportuno, aquellos aspectos que el marco y el carácter de esta intervención hayan marginado inevitablemente. Pienso, sin embargo, que encontrarán Sus Señorías en mis palabras una definición suficiente de lo que a mi juicio es la línea de gobierno que hoy reclaman los problemas de la sociedad española.

Me propongo tratar, sucesivamente, la política económica, la política exterior, la política autonómica y la seguridad ciudadana.

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